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El soterrey de la precisión

Un, dos, tres, cuatro…un, dos, tres, cuatro. ..que cotidiano es llevar el tempo para cantar o bailar nuestras canciones favoritas (la mayoría de veces de manera inconsciente.

Por Andrea Terán

Pero, ¿qué pasa cuando nos quitan las pistas que nos permiten llevar el tiempo, como el bajo o la batería en una canción? ¿Ha jugado a cantar una canción, bajar totalmente el volumen de la música, seguir cantando, prender de nuevo la música y ver si coincide con la canción que se siguió reproduciendo? Haga el experimento…una canción con letra es fácil porque hay pistas que nos permiten seguir el tempo de la canción. Sin embargo, si el intervalo sin letra es prolongado (10 segundos, por ejemplo), lo más seguro es que nos desigualemos y cuando escuchemos la canción de nuevo, estemos en otro momento.

Haga otra prueba, tome ahora mismo un cronómetro. Póngalo a funcionar hasta 10 segundos, y sin ver, estime esos 10 segundos en su cabeza; al finalizar mire si logró ser preciso y coincidió con el cronómetro. Los resultados le demostrarán que una actividad que parece tan sencilla, no lo es.

Diversos estudios han demostrado que la precisión disminuye a medida que incrementa la duración del intervalo, es decir, si contamos hasta 2, es probable que lo hagamos con precisión y coincidamos con el cronómetro, pero si los intervalos son mayores a 3 segundos, la precisión va bajando y nos desigualaremos del reloj.

Este fenómeno se conoce como “tempo escalar” y los humanos compartimos esta condición con muchos animales. ¿Cómo sabemos esto sobre los animales? Varias investigaciones han observado este fenómeno en laboratorio realizando experimentos de comportamiento condicionado en aves, mamíferos e insectos. Por ejemplo, a cambio de ciertos estímulos, como comida, los animales son capaces de aprender intervalos de tiempo que duran desde pocos segundos a varios minutos.

Illustración: Gonzalo Nazati

A pesar de que este comportamiento ha sido ampliamente estudiado en condiciones de laboratorio, poco se conoce sobre este tema en la naturaleza.

El neurobiólogo Carlos Rodríguez junto a otros colegas, quisieron entender un poco más sobre este fenómeno en condiciones naturales, por lo que estudiaron los cantos de un pájaro conocido como soterrey pechiescamado o cucarachero ruiseñor sureño (Microcerculus marginatus). Este pequeño pájaro se encuentra en los bosques tropicales de Centro y Sudamérica. Entona una canción con notas introductorias cantadas a un ritmo rápido, seguidas de silbidos separados entre sí por intervalos de silencio que van incrementando en su duración. El primer intervalo normalmente dura menos de 1 segundo, mientras que el último puede durar más de 10 segundos. Los análisis de sus cantos muestran que el tempo escalar, presente en otros animales, incluyendo al Homo sapiens, no aplican para esta ave; más bien, el fenómeno que explica su tipo de canto se llama “precisión constante”. Esto quiere decir que este pájaro tiene la capacidad de calcular intervalos de tiempo de hasta 10 segundos con una gran precisión, una precisión equiparable a un músico con 10 años de experiencia que cuenta en su cabeza para llevar el tempo de una canción. Obviamente, el pájaro no es capaz de contar para ser preciso, de hecho, se desconoce cuál es el mecanismo para lograr este tipo de canto.

Se plantean dos opciones de mecanismos que podrían regular este fenómeno: a) es un comportamiento aprendido o b) es un comportamiento innato. En la opción a, el ave aprende el canto de otros individuos; en la opción b, el comportamiento no se aprende, sino que está codificado genéticamente. Sin embargo, estas dos opciones no son mutuamente excluyentes ya que un canto puede tener tanto un componente genético como otro aprendido, tal como se ha observado en los oscines o aves cantoras, grupo al que pertenece el soterrey pechiescamado. Los oscines memorizan una canción producida por otros individuos y con la práctica corrigen errores. Normalmente estos errores están relacionados a la entonación, sin embargo, no se puede descartar que se puedan corregir errores en la precisión del tempo. Este mecanismo podría explicar la variación en la precisión entre cantos; así, los pájaros con precisión baja podrían ser individuos jóvenes con poca práctica. Tal como en humanos, los músicos con más de 10 años de experiencia tienen mayor precisión.

Por otro lado, si el mecanismo estuviera codificado genéticamente, entonces debería haber circuitos especializados en el cerebro para producir el patrón de intervalos. Estas especializaciones pueden necesitar un largo tiempo para evolucionar, ya que al parecer el tempo escalar es el modo “default” de los animales porque emerge de ruido natural en los circuitos neuronales. El hecho de que el soterrey no tenga un tempo escalar, sugiere la evolución de un mecanismo que le permite escapar de las imprecisiones que surgen del ruido neuronal.

Con mayor investigación se podrán determinar cuáles son los mecanismos para que el soterrey tenga este canto tan particular con una precisión de músico experimentado.

¿Y para qué le sirve al ave este tipo de comportamiento? La precisión del tempo en las vocalizaciones puede dar información sobre el estado reproductivo o de territorio del animal que canta, generando un efecto en la selección sexual. En términos más sencillos, machos que canten con una mayor precisión en el tempo podrían ser preferidos por las hembras al momento de seleccionar pareja.

Este descubrimiento abre la puerta para la búsqueda y generación de más conocimiento. Lo más hermoso de la ciencia es que las posibilidades de investigación son infinitas, ya que mientras más estudiamos, nos damos cuenta de lo poco que conocemos. Ahora sabemos que los soterreyes pechiescamados cantan rompiendo las reglas que cumplen muchos otros animales. Sin embargo, desconocemos sobre el mecanismo que regula ese comportamiento y sobre otros comportamientos naturales relacionados a las vocalizaciones. La diversidad presente en la naturaleza va más allá del número de especies dentro de los ecosistemas. Detrás del número de especies, hay una enorme diversidad de comportamientos, cantos, procesos evolutivos, etc.; muchos de ellos aún desconocidos. La pérdida de biodiversidad está asociada a la pérdida de conocimiento, y por esto, y muchos otros motivos, es imperativo trabajar en la conservación de la naturaleza.

Fotografía: Andrés Cuervo

Un ejemplo innovador de conservación es la iniciativa Sacha Taki, impulsada por algunos líderes del campo de la conservación en Ecuador, junto con la Fundación Sacha Warmi. El objetivo de la iniciativa es lograr que la UNESCO declare a la Reserva de Mashpi y sus alrededores, y a algunas regiones de Pastaza, como patrimonios de la humanidad por su “valor acústico”, con el fin de proteger estas áreas. Este criterio “valor acústico” no está cubierto aún por la UNESCO y sería una declaratoria pionera en el mundo. Pero, ¿Qué quiere decir el valor acústico de un área?

Diferentes sonidos del bosque, como cantos de aves, ranas, insectos, llamadas de monos, lluvia, viento, entre otros, se fusionan entre los árboles para componer las más hermosas sinfonías. Para las personas que habitamos en las ciudades, escuchar estos conciertos nos permite reconectar con la naturaleza, y reconocer su majestuosidad. Para las personas que habitan en los bosques, como pueblos indígenas y otras comunidades locales, estos sonidos forman parte de su cultura y de su cotidianidad; por ejemplo, el canto de ciertas aves o ranas anuncian la lluvia, predicen una buena o mala cosecha, deparan un buen o mal día, etc.

El vínculo es tan estrecho, que es impensable la posibilidad de perder los sonidos del bosque. Y de ahí surge la iniciativa Sacha Taki, para resaltar la belleza de estos sonidos, su relación con la cultura humana, y la importancia de protegerlos a lo largo del tiempo. A través de la protección del sonido de los bosques, garantizamos la conservación de cada uno de los seres que componen estas sinfonías, desde un grillo pequeño que canta casi imperceptiblemente desde una hoja, hasta un tucán que escandalosamente anuncia su presencia desde lo alto de los árboles, pasando por un soterrey que funge de director de orquesta, marcando el tempo de las canciones.

Lee el artículo indexado de Rodríguez-Saltos et al. Aquí

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