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Caminos de Mashpi: los primeros días de una gran aventura

Soy Felipe Andrade, Coordinador de la Gestión del Carbono y Biodiversidad de Fundación Futuro. Realizaré un viaje por los caminos de Mashpi y contaré mi historia dentro del Chocó Andino.

Soy Felipe Andrade, ingeniero biotecnólogo con experiencia en ecología y conservación. Trabajo como el Coordinador de la Gestión del Carbono y Biodiversidad de Fundación Futuro. Realizaré un viaje por los caminos de Mashpi y contaré mi historia, mientras desarrollo estrategias para potenciar alternativas sostenibles, prósperas y compatibles con la biodiversidad. Mis aventuras inician en el Chocó Andino, un exuberante bosque nublado, ubicado a 120 Km de la capital ecuatoriana. Este mágico bosque fue declarado Reserva de Biósfera por la Unesco en 2018 por ser una de las zonas con mayor diversidad de especies por kilómetro cuadrado del mundo.

Fotografía: Vista desde Chontaloma.

El río Mashpi es el corazón de la reserva que lleva el mismo nombre. Sus caudales son inmensamente apreciados por los pobladores locales por su gran vitalidad, belleza y potencial turístico. Es sobre este imponente río que se asienta la comunidad de Mashpi, una pequeña congregación de alrededor de 40 familias. Otras familias se han asentado en fincas aledañas. Las casas se construyen en madera bajo un estilo sencillo. Las personas que viven aquí son colonos. La mayoría llegaron hace unos 50 o 60 años. Algunos de los primeros colonos están vivos y cuentan historias de cuando llegaron. Ahora la población se encuentra en una segunda o tercera generación.

La población de Mashpi tiene diferentes orígenes, pero todos tienen algo en común: son cálidos y abiertos.

La población de Mashpi tiene diferentes orígenes, pero todos tienen algo en común: son cálidos y abiertos. En el centro poblado hay personas de Latacunga, de Esmeraldas, de Loja y del Carchi. En las comunidades finqueras viven familias de Costa Rica, Italia, Francia y España. Un territorio megadiverso hasta en su gente. Fue una de estas fincas la que me acogió al llegar. Me hospedé en la finca ‘Chontaloma’ que tiene una comunidad de personas muy preparadas, con maestrías en sostenibilidad y conservación. Ellos adquirieron zonas deforestadas por la incidencia de ganado o por cultivos de palmito, y la transforman con proyectos de restauración y manejo sostenible.

Los finqueros de Chontaloma demuestran que la riqueza del bosque de Mashpi, conjugada con un trabajo de agricultura sostenible, puede dar increíbles resultados.

Fue impresionante palpar el trabajo que se realiza en esta finca. En sus parcelas experimentales se desarrollan métodos alternativos de producción que buscan crear una relación simbiótica entre las plantas para la regulación de plagas. Este innovador sistema no se puede encontrar en los macro-cultivos de palmito que previamente se establecieron en la zona y terminaron por erosionar la tierra debido al uso de agroquímicos. Los finqueros de Chontaloma demuestran que la riqueza del bosque de Mashpi, conjugada con un trabajo de agricultura sostenible, puede dar increíbles resultados. En la finca se cultivan especies frutales locales y otras traídas de otras zonas tropicales. Ellos cosechan productos muy diversos y algunos exóticos, por ejemplo: el cardamomo, un condimento con propiedades medicinales, nativo de Asia Tropical.

 

Otra grata sorpresa que me la llevé, al visitar la Reserva de Mashpi por primera vez, es ver su capacidad de organización. Ésta es una comunidad que se vio amenazada por la deforestación debido a la explotación maderera. Ahora resisten juntos a la latente amenaza de las mineras, y juntos quieren aprovechar los recursos naturales de una manera sostenible para fortalecerse como comunidad. Aquí encontré muchas actividades con un componente turístico, de investigación o de educación. Existen ‘Bosques Escuelas’ que buscan que los niños experimenten, no solo ven o escuchan, sino que cosechan y cocinan productos de la zona. Es una experiencia muy vivencial para niños, para comprender la lógica de la conservación y desarrollar su amor por esta increíble reserva natural.

Fotografía: Niña de la comunidad de Mashpi. Créditos: Diana Troya.

La diversidad de plantas en la Reserva Mashpi es indescriptible. La tierra de esta zona tropical es sumamente fértil. Su exuberante ecosistema alberga una cantidad infinita de especies de plantas y animales nativos. Estuve en muchos otros bosques, donde era más sencillo ver a los animales, pero reinaba el silencio. Aquí es más difícil verlos, pero el lugar te atrapa en su concierto de lluvia, neblina y biodiversidad. El fuerte sonido de las aves, los sapos y los insectos es una verdadera sinfonía. Es casi imposible comparar al bosque de Mashpi con otro. Parte de la magia de Mashpi proviene de sus aves, existen muchas que yo nunca había visto. Al sentarme a comer en medio del bosque, llegó un tucán, un ave que casi nunca aparece. Esto solo podría pasar en Mashpi. Estar metido en el bosque, generalmente, no es fácil. Llegar a Mashpi, un lugar tan pequeño donde te encuentras al bosque en su plenitud, y estar en constante contacto con la naturaleza te deja sin palabras. En sus pequeñas cabañas, Mashpi alberga comodidad, pero sobre todo hospitalidad. Convivir con su gente es sin duda una experiencia enriquecedora.

La educación: semilla de transformación sostenible

La educación: semilla de transformación sostenible

Las aulas de las escuelas y colegios del Ecuador se van llenando poco a poco después de un periodo que, de un fuerte sacudón, nos recordó la importancia de la educación en nuestra sociedad y la inequidad de acceso a ella en la ruralidad del Ecuador. Tanto la pandemia por el COVID-19 y como la emergencia climática son fenómenos sin precedentes para la sociedad moderna. Estos contextos requieren de acciones urgentes que reflejen nuestro potencial humano innovador y resiliente.

Un sueño frutal

Un sueño frutal

La Asociación de Mujeres Emprendedoras de Guayabillas (ASOMEG) elabora y comercializa productos de frutas tropicales provenientes de cultivos agroecológicos y locales. Estos productos permiten, a las integrantes de ASOMEG, aprovechar la gran diversidad y producción de la zona, mejorar su economía, incrementar los ingresos de sus familias y de su comunidad, y además fortalecer los vínculos de cuidado entre mujeres y con la naturaleza.

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