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Las torres de Jenga en la naturaleza

Sabemos que en el mundo cada continente tiene su propia colección de plantas y animales que son específicos en cada región. Por poner pocos ejemplos, en África encontramos rinocerontes, jirafas e hipopótamos; en Australia koalas y canguros; en Sudamérica jaguares, pumas y llamas.

Por Paula Iturralde-Pólit

Foto: Gustavo Pazmiño

A escala más pequeña, esas diferencias también existen, aunque sean menos obvias y también encontramos lugares mucho más diversos que otros. En Ecuador, la Amazonía es famosa por albergar la mayor diversidad del país, pero los bosques Andinos se destacan por la cantidad de especies endémicas, es decir, aquellas que no se encuentran en ningún otro lugar. Esto nos da el primer indicio de que la biodiversidad exuberante del país es solo la primera parte de la historia, y que es igual o más importante entender el valor y función que cumplen las especies tanto de manera individual como colectiva.

Sin importar el tipo de bosque, los 91 mosaicos de colores que definen los ecosistemas en Ecuador, poseen características de temperatura y humedad específicos, y estos son los factores más relevantes a la hora de determinar por qué una especie está o no presente en un lugar. Además, cada organismo tiene una influencia sobre otro porque en la naturaleza todo está conectado y cada organismo desde los más microscópicos hasta el mamífero más grande cumplen una función.

Una analogía interesante, es pensar en los ecosistemas como si fuesen una torre de Jenga; ese juego con bloques de madera que se apilan en grupos de tres hasta formar varios pisos. Para quienes no lo conocen, el objetivo es que cada participante, en su turno, saque un bloque de la torre con cuidado y lo ubique encima para hacerla cada vez más alta. La consecuencia, es que con cada ficha que sale, quedan espacios vacíos que no pueden volver a llenarse; la torre se desestabiliza poco a poco, hasta un punto que no hay cómo evitar que caiga y colapse.

Lo que ocurre en la naturaleza es muy similar. Si una especie se desplaza de lugar en busca de mejores condiciones cuando ocurren cambios ambientales, o cuando se fragmenta el bosque por intervención del ser humano, deja un vacío de funciones en el espacio original. De esas funciones dependen muchas otras especies con las que convivían y en ocasiones son imposibles de cubrir.

Si una especie cambia su rango de hogar, sería comparable a la ficha que sacamos y ponemos encima de la torre. Otras especies más sensibles, puede que no tenga la capacidad de adaptarse a esos cambios y dejen de existir en ese lugar, lo que se conoce como extinción local. Esto sería comparable a sacar la ficha y no devolverla a la torre. En todos los bosques, los organismos conviven, interactúan y dependen entre ellos para obtener refugio, para controlar la presencia de sus potenciales predadores y para obtener el alimento necesario.

La conexión entre especies es como una red que mantiene el equilibrio ecológico en los bosques y es lo que permite transferir energía a través de los diferentes niveles de lo que se conoce como cadena alimenticia. Las plantas son la base de esta cadena porque tienen la capacidad de fabricar su propio alimento gracias a la luz solar que captan y que transforman en energía por medio de la fotosíntesis. En un segundo nivel están los herbívoros, le siguen omnívoros y luego los carnívoros en el último nivel.

Para poner ejemplos concretos, vamos a viajar a las Reservas de Mashpi y Tayra de Fundación Futuro en el noroccidente de Pichincha y hablar de algunas especies allí presentes. Aquí, un árbol bastante común es el guarumo o cecropia que provee frutos para alimentar a una gran cantidad de aves, entre ellas el tucanete culirojo (Aulacorhynchus haematopygus) que es una gran dispersor de semillas. A su vez, este árbol convive con las hormigas a las que ofrece refugio a cambio de recibir protección contra ciertos insectos voraces que atacan a las hojas.

Otra especie de árbol muy llamativa y descubierta hace poco, es la magnolia de mashpi (Magnolia mashpi); sus flores son visitadas por muchos escarabajos, y su tallo es hábitat ideal para plantas epífitas, especialmente orquídeas como la recientemente descrita Lepanthes mashpica, o bromelias. En las hojas en forma de roseta de las bromelias se acumula el agua de lluvia y se convierten en el lugar perfecto para el desarrollo de larvas de algunas especies de ranas arborícolas como la rana torrentícola (Hyloscirtus mashpi).

El famoso aguacatillo, también presente en la zona, tiene uno de los frutos más apetecidos por el oso de anteojos Tremarctos ornatus que se caracteriza por una dieta principalmente vegetariana. Estos son algunos ejemplos del millar de posibilidades para empezar a entender cómo los organismos dependen unos de otros. Las Reservas de Mashpi y Tayra son parte de la Reserva de la Biósfera del Chocó Andino, un reconocimiento que demuestra que los seres humanos podemos y debemos aprender a convivir con la naturaleza; aprovechar los servicios que nos regala, a cambio de respetarla y protegerla.

Las Reservas de Mashpi y Tayra se convierten en el escenario verde fundamental para la conservación del Noroccidente de Quito que trabaja para lograr que cada ficha de la torre permanezca en su lugar, pero que requiere el compromiso de todos y todas para conocer cada función específica, reconocer su importancia e involucrarnos de una manera sostenible y responsable con el ambiente para mantener a la torre equilibrada.

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